¿Qué hacemos con la incertidumbre?
La incertidumbre es el no saber que viene después, es lo desconocido. Ya no hay certezas, y nos adentramos en un territorio inseguro, lleno de dudas.
El modo en que se nos hace más habitable la vida, es imaginarnos lo que sigue como algo predecible, si no es así nos llenamos de miedos e inseguridades, y aparece la “inesperada” ansiedad. Pero lo cierto es que nunca sabemos lo que realmente va a pasar al día siguiente. Ante esto, nuestra mente se imagina miles de escenarios posibles, y de esos miles el mayor porcentaje son malos, catastróficos.
La intolerancia a la incertidumbre nos estanca, nos imposibilita el cambio. Preferimos quedarnos en lo conocido, incomode o no. El cambio no tiene por qué ser malo. El cambio también es transformación.
En los viajes la incertidumbre es parte de lo cotidiano, es parte del estilo viajero. Luchar contra eso sería incongruente con tu realidad hoy, que es la realidad que estás eligiendo.
Y ahora? El punto no es evitar la incertidumbre, en aprender a gestionarla y usarla a favor nuestro.
La incertidumbre es parte inherente de la existencia humana, también puede ser una oportunidad para el crecimiento personal. Al enfrentarnos a lo desconocido, nos vemos obligados a desarrollar nuestra capacidad de adaptación y resiliencia. Aceptarla y abrazarla como parte de nuestro viaje nos permite abrirnos a nuevas experiencias, crecer como individuos y encontrar la belleza en lo impredecible.
Tomar la incertidumbre como compañera, familiarizarnos con ella, habitarla. Nos empuja a salir de nuestra zona de confort, a explorar nuevas posibilidades, a desarrollar habilidades de adaptabilidad y alcanzar metas que antes parecían inalcanzables.